Escrito por: Mariel Hernández Maldonado
Ser joven, asistir a fiestas y dejar que el amanecer nos sorprenda abriendo una nueva cerveza, irse de viaje sin tener rumbo fijo o dinero necesario para llegar, trasnochar… son cosas que suenan atractivas para ciertas personas, ciertas edades y claro que tienen su momento y cuando las vivimos nos enseñan muchas cosas que se quedan con nosotros para siempre, pero siempre llega el momento en que esas desveladas de tres días seguidos ya no nos atraen, ¿Será que nos hacemos aburridos?
Madurar puede parecer aburrido para nuestro sobrino de 12 años, pero cuando uno ya ha recorrido tantos caminos, solo es natural empezar a ver la vida desde un punto distinto. Darnos cuenta de que ya estamos madurando puede ser algo angustiante, pero no siempre es malo, pero ¿cómo saber que ya somos “usted” y no “tú”?
¿Recuerdas esas noches en las que ansiabas tener un plan para salir de fiesta y regresar al amanecer? Se han terminado. Puede ser que de vez en cuando sientas ganas de ir a un bar, incluso a una fiesta pero la hora de regreso a tu cama calientita es lo que más ansías, así también cuentas con una serie de excusas y pretextos cuando tus amigos te invitan a salir en una noche de invierno para poder quedarte viendo aquella película.
Papitas, chicharrones, cueritos y esquites a las 8 de la noche se acabaron, tu cuerpo te pide alimentarte mejor, compras verduras, frutas, fibra, tomas mucha agua y evitas las grasas y no por no engordar, sino porque tu cuerpo ya no es amigo de la chacharita.
Hoy no gastas tu dinero, lo inviertes y no solamente en propiedades: preparas tu propia comida, compras ropa abrigadora más que a la moda, compras buenos zapatos, no bonitos y compras comida durable y nutritiva, no rica y crujiente.
Las desveladas y las borracheras nunca te habían caído tan pesadas, recuerdas con melancolía esos 20 años cuando te ibas de fiesta y bebías todo lo que te ofrecieran y al otro día te despertabas listo para una nueva aventura; hoy si se te pasa la hora de sueño media hora, al otro día te sientes como un fantasma.
Tu refrigerador ya no tiene un tipo diferente de cerveza en cada anaquel, ahora tiene comida, leche y yogurt para esas mañanas en las que se te hace tarde para salir.
Así es, la madurez nos alcanza a todos pero no hay razón para sentirse afligidos, los años nos dejan muchas enseñanzas que nos hacen precavidos y sabios; no hay por qué temer al paso del tiempo.
Comments