Escrito por: Mariel Hernández Maldonado
Hace poco tiempo arrasó en la televisión una serie estadounidense que trataba (de una manera muy amistosa y “light”) la temática de las cárceles de mujeres en donde cientos de miles de mujeres -inocentes o no- comparten condena, manejando el asunto como una suerte de fraternidad universitaria en donde los bandos llegan a tener roces pero no pasa a mucho más que gritos por parte de los oficiales. Sin embargo la realidad de muchas cárceles de mujeres es completamente opuesta: abusos por parte de los elementos de seguridad, pérdida de sus derechos fundamentales y hacinamiento son solo algunas de las realidades que se viven en los centros carcelarios.
Desde tiempos inmemoriales la exclusión ha sido un método de castigo empleado para “reformar” a los criminales, sin embargo en muchos de estos centros de rehabilitación social, lejos de ofrecerles un panorama más alentador les ofrece una estancia de robos, insultos, injusticias y en muchos casos de prostitución.
Existen 102 prisiones en el país según la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), de las cuales más de la mitad son gobernadas por pequeñas mafias que abusan, extorsionan y prostituyen a las reclusas recién egresadas, dentro de estos infiernos las mujeres tienen que pasar por todo tipo de vejaciones para ganarse el derecho a vivir relativamente tranquilas, de otra manera pueden llegar hasta a ser asesinadas.
Derivado de la situación de injusticia que reina en 77 de las 102 cárceles, la CNDH creó un informe en donde no solamente se especifican las áreas en las cuales existen más problemas, sino que también se redactaron una serie de recomendaciones para mejorar dichas áreas y evitar las irregularidades e injusticias que reinan en estos lugares; mientras algunas reclusas viven hacinadas durmiendo en pisos fríos sin comida ni higiene, otras viven en celdas privadas con refrigeradores, microondas, televisiones de plasma y teléfonos celulares con conexión a Internet y llamadas.
Otra situación que se vive en las cárceles mixtas son los malos tratos, abusos sexuales y cobros por parte de los habitantes de la zona masculina de la cárcel, pues mandan ya sea a otras reclusas o a los mismos guardias de seguridad a seguir sus órdenes.
Las cárceles con mayores problemas de irregularidades y abusos son las de Chilpancingo, Guerrero y Acapulco, en donde ya de por sí la situación social de violencia es generalizada.
La realidad de las cárceles afecta más a las mujeres que a los hombres, pues muchas veces la prostitución a la que son sometidas viene de órdenes de afuera. La situación de los centros carcelarios lejos de ayudar a los reclusos a la re-inserción social les dota de diferentes y nuevas armas para practicar la violencia y la delincuencia.
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