Aunque la incidencia de piedras en el riñón –también llamadas cálculos renales– es mayor en hombres que en mujeres, lo cierto es que el estilo de vida y la epidemia de obesidad han provocado que la diferencia entre ambas estadísticas sea cada vez menos significativa.
Por eso, ya sea que te hayan dado este diagnóstico a ti o a alguien que conozcas, aquí te contamos brevemente cómo es que se forman estas piedras y qué tratamiento se sigue en estos casos.
Te sorprenderá saber que en la manera de referirse coloquialmente a ellas radica buena parte del temor que se les tiene. Los ‘cristales’ o ‘cálculos’ no son sino acumulaciones de calcio, oxalato y ácido úrico que el organismo no ha podido diluir y que se solidifican adquiriendo a veces el tamaño de un grano de arena y otras el de un guijarro.
Se trata de un padecimiento más común de lo que imaginas; en muchos casos no presenta síntomas y los cálculos se eliminan naturalmente a través de la orina. Sin embargo, en otras ocasiones, cuando estos alcanzan mayor tamaño, los síntomas que producen suelen ser alarmantes.
Dolor en la espalda baja o dolor abdominal intenso, sangre y olor fuerte en la orina, vómito, escalofríos y fiebre, delatan la presencia de una o varias piedras de dimensión considerable. Lo anterior es señal de que es necesario visitar al médico. Pero incluso presentándose este cuadro es posible recuperar la salud y la calma. La solución es atenderse cuanto antes y confiar en los expertos.
Al llegar a la clínica, lo más probable es que tu médico ordene una laparoscopia, estudio que se realiza con anestesia general y permite ver, mediante una incisión por la que se introduce una pequeña cámara, el estado de tus riñones, vejiga y uréter.
El tratamiento dependerá del tipo de sustancia de la que estén constituidas las piedras, lo que también informará sobre las causas por las que se formaron.
A saber, existen cuatro tipos de cálculos: de calcio –formados por un exceso de este elemento en alimentos o fármacos–, de ácido úrico –que aparecen debido a la pérdida de líquidos o por la ingesta insuficiente de agua–, de estruvita –que surgen como consecuencia de infecciones urinarias– y de cistina –cuyo origen es hereditario–.
Una vez identificada la causa, el especialista podrá eliminar los cálculos con un tratamiento mínimamente invasivo llamado ureteroscopia o utilizando un láser.
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