La depresión es uno de los trastornos emocionales con mayores causas, algunas son evidentes, como la pérdida del trabajo o de un ser querido, otras parecen más profundas, intensas y silenciosas y suelen ser ocasionadas por problemas a la salud, como trastornos tiroideos aún cuando no se tenga un diagnóstico de la enfermedad. A este tipo de depresión se le conoce como orgánica o somatógena.
La depresión orgánica o somatógena se produce como consecuencia de los diferentes síntomas físicos que ocasionan las enfermedades, en ocasiones suele presentarse como reacción a los medicamentos prescritos; sin embargo, es necesario aclarar que este tipo de depresión no se trata de la no aceptación de la enfermedad o de las consecuencias de un accidente o shock, ya que los propios síntomas de la enfermedad son los que producen la depresión.
Las enfermedades de la tiroides, la anemia, las infecciones virales, el cáncer, el mal de Parkinson, la eclerosis múltiples y el Alzheimer son algunos de los trastornos que propician la depresión orgánica, pero también los medicamentos como ansiolíticos, antiinflamatorios no esteroideos y los anticonceptivos orales. Lo más grave de este tipo de depresión es la dificultad en el diagnóstico, ya que los síntomas se confunden o disfrazan con la propia enfermedad que se padece (o viceversa), por lo que el tratamiento suele ser más complicado.
Muchos pacientes ven mejora en sus enfermedades con la administración del medicamento prescrito, sin embargo, la depresión puede persistir; es tarea del médico tratar ambas condiciones y no confundir la depresión con un estado de ánimo o una reacción normal de la persona enferma.
Si bien se puede utilizar antidepresivos para el tratamiento de la depresión somática, se recomienda la terapia cognitiva para una recuperación a largo plazo, ya que refuerza el equilibrio emocional de cara al futuro para prevenir las recaídas o los cuadros crónicos que puedan llevar al paciente a situaciones extremas como abandonar los medicamentos, descuidar su salud o atentar contra su propia vida.
Las personas que padecen de este tipo de depresión tienen un riesgo de suicidio más elevado que otros casos, por lo que se requiere de una intervención oportuna. Los síntomas de la depresión son:
- Sentimientos de tristeza o melancolía sin razón aparente.
- Mal humor, poca paciencia, irritabilidad, cambios en el comportamiento.
- Pérdida de interés por actividades que antes eran gratas, como el sexo.
- Falta de apetito y ganas de comer.
- Pérdida o aumento de peso constantemente
- Trastornos del sueño, ya sea dificultad para dormir o cansancio constante y deseos de no levantarse de la cama.
- Baja autoestima, sentimientos de culpa o inferioridad.
- Baja concentración, problemas para tomar decisiones u organizar las ideas.
Si presentas más de uno de estos síntomas, pide ayuda de inmediato; la depresión es una enfermedad y tiene tratamiento, que te hará sentir mejor y disfrutar de las bellezas de tu vida.
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